miércoles, 26 de marzo de 2008

Un lugar para La Redención...

Hace poco, en las primeras páginas de un libro de Norman Mailer, me encontré esta cita de Edwin Arlington Robinson: Hay errores tan monstruosos, que no es posible arrepentirse de ellos...

Creo que, a partir de ese día, ha empezado a encabezar mi lista de sentencias y, porqué no, también mi forma de afrontar la vida y la bebida. Sí, sí, sí, toda una declaración de principios para acercarse a La Redención. 

¿O en el fondo no es más que auto compasión...? Hmmm

Sea como sea, el amigo Edwin dice unas muy sabias palabras que, quien no haya cometido una Atrocidad (así, con mayúsculas), jamás logrará entender. Y es que es verdad, que tras cometer un crimen enorme, la sensación de no poder hacer nada por remediarlo pesa como una losa... Pero, momentos de lucidez como éste pueden significar, de repente, un nuevo horizonte, si no lleno de esperanza, sí con nuevas vistas.

P.D.: Esta cita ha desbancado al segundo lugar a mi favorita hasta ahora, como no de Hunter S. Thompson: War is good business

El que no vea la ironía, es que no ve nada.

martes, 25 de marzo de 2008

Costumbres de Animal

Si no nos arrepentimos antes, el grupo de amigos - mas conocido como Las Ratas - intervendremos en otro blog - sin detrimento de este, claro - con unos fines totalmente distintos: informar al prójimo de esos bares, locales, garitos y restaurantes que siempre quiso frecuentar y nunca supo cómo. Una excelente excusa para marcarnos una ruta gastronómica, vamos...

Más información aquí.

domingo, 16 de marzo de 2008

La senda del pecador (Autocrítica)

Fue aquél día, justo antes de saltar del avión – en paracaídas, claro – cuando tuve la conversación que me hizo repensar en todo lo que Perceval había significado y significaba. Sin duda, había algo total y absolutamente claro: Lo peor que se podía – y puede – decir de él, es su deshumanización.

¿A qué me refiero? Trataré de explicarlo sin ser un coñazo. Quizá para contrarrestar mi efusiva manera de ser, me atraigan las películas frías. Quizá por eso mismo, un cineasta de mente maquiavélica y calculadora como es Kubrick, sea mi predilecto. Quizá por eso mismo, todo lo que he hecho tiene ese tufillo de frialdad y, claro está, Perceval es el perfecto ejemplo.

La primera versión – que data del año 2003 – era muy parecida a lo que finalmente ha terminado siendo, al menos en un sentido épico. Sí que es cierto que la historia era más larga y estaba tan solo centrada en la relación de rivalidad entre Perceval y Galahad, si bien sí que contenía un prólogo muy similar y el final, a partir de la pelea en el claustro de San Juan de la Peña – es la única escena que no cambié en ninguna de las 7 versiones del guión –, es prácticamente igual. Con el paso del tiempo, a medida que fui investigando más los relatos artúricos medievales, me di cuenta de un hecho que, en esos momentos, supuso una revolución: En todas las historias, los Caballeros de la Tabla Redonda eran un número en torno a 33. Eso antes de la Búsqueda del Grial. Una vez concluida, solo volvieron unos pocos, menos de 10. ¿Y qué se me ocurrió a mí? Pues que ninguno de ellos podía ser tan bueno como pintaban esas historias que, a pesar de que sí, lo sé, está todo influido por una postmodernidad bochornosa, actuarían por intereses propios y no sólo por la devoción a su rey. Es así como pensé en Galahad poniéndose al servicio del Papa.

Con un antagonista, me hacía falta el bueno de la película y, claro está, las razones de Perceval para combatir a Galahad empezaron a ser claras: No devoción por su rey, pero sí por su padre adoptivo. Y, a su vez, el hecho de que Perceval y Galahad, en un tiempo pretérito, fueron amantes.

Habéis leído bien.

Amantes.

La cuarta versión del guión nunca llegó a tener escenas homosexuales, pero sí fue la que más se acercó a esta idea. El hecho de que la mayor motivación para la rivalidad entre Perceval y Galahad fue una relación sentimental. Mi idea era más o menos la siguiente: Cuando el joven Perceval llegó a la Corte, no era más que un efebo sin letras que se vio catapultado en un mundo inimaginable. Arturo vino a sustituir su figura paternal ausente, pero en su latente adolescencia, conoció a Galahad, un apuesto noble normando con más experiencia que él, con dotes de astucia, con una predilecta inclinación por la dolce vita y un seductor aire de madurez atractiva. Naturalmente, Perceval cayó bajo sus encantos. Tampoco quería verlos en pleno acto, pero sí demostrar que Galahad le tenía a su merced. Sin embargo, con el paso del tiempo, coincidente con el distanciamiento de Arturo y Galahad a causa de las tensiones históricas entre normandos y sajones y su asociación con la Iglesia, Perceval se ve forzado a dejar sus relaciones con Galahad y escudarse en un amor paterno filial – sin segundas lecturas, por favor – con Arturo.

¿Qué ocurrió para que, si bien hoy día se entreve algo de todo esto, no esté en la pantalla? Pues ocurrió Brokeback mountain. Y claro está, no quería que de Perceval dijesen que era un Brokeback pero con caballeros en vez de vaqueros. He ahí, mi primer gran error. Igual que acepté que la gente me tocara las narices con el latín y me dijera que era una Pasión de Cristo pero con Perceval, tendría que haber aceptado que la gente dijera lo mismo respecto a una historia homomedieval.

Seguramente, Perceval tendría mucha más alma, si detrás de todas esas ideas maravillosas de épica – a las que fui arrastrado y debería haber puesto freno – tuviera otra historia más rompedora, o al menos inesperada. No estoy hablando de originalidad, sino de sentido. Que una historia como Perceval tenga sentido en estos días, debe ser porque hay algo que la sustenta como capaz de tomar parte en el día a día de hoy. Quizá la humanización de una pasión homosexual lo habría hecho posible. De igual modo, que hasta la quinta versión se mantuvo un tono ligeramente sarcástico, al estilo de Robin y Marian y que, poco a poco, se diluyó en la épica.

Eso es lo que más echo en falta hoy en día, pero claro está, hoy puedo verlo con la distancia del tiempo y la culpabilidad. Hoy la veo con un camino recorrido que entonces no llevaba y con los humos bien bajos después de haber descendido a los infiernos y haber vuelto para mirarte en el espejo y darte cuenta de solo hay camino hacía delante.

Quizá todo tenga su sentido, pero estoy seguro de que Perceval se vería con otros ojos, si hubiera tenido un aire teatral – al estilo Kurosawa – como busqué en un principio, y deseché, claro. Al igual que si la historia central fuera la de dos antiguos amantes homosexuales en el siglo XI que, intenta matarse a toda costa, con ese Mc Guffin que sería el Santo Grial. Y, claro está, todo eso tendría su sentido, si Perceval fuera una pieza irónica y hasta socarrona. No digo monthypitoniana, pero sí al menos revisionista desde un punto de vista humorístico – aunque sin entrar en la parodia, claro está –.

Pero para eso hacemos películas, para pensar en cómo nos habría gustado que fueran…

viernes, 14 de marzo de 2008

Ceros & Unos

Monte Hellman, en ese bastión post Easy Rider que es Carretera asfaltada en dos direcciones, opta por la solución más drástica que existe para terminar, no sólo con el film, sino con la película. ¿A qué me refiero? En el clímax, dos coches se enfrentan en una estrecha carretera. Los dos avanzan a toda hostia y van a chocar irremediablemente, ya que ninguno de los dos parece abrigar intenciones de apartarse del camino. Y entonces, justo cuando los dos carros van a estamparse el uno contra el otro, Monte quema la película. ¡Que sí! ¡Que la quema! Pone el punto final a su película, pero también al soporte que la hace posible. ¿Es esto a su vez una destrucción del cine? ¿Posibilita su desaparición que una película termine con la destrucción de su propio continente?

Puede haber muchas respuestas de pajas mentales alrededor de este tema, sin embargo, aunque han pasado unos cuantos añitos desde el estreno de esta película de Universal, muy posiblemente es hoy cuando nos encontramos ante posibles incógnitas que empiezan a resolverse.

Ayer estuve en un rodaje en la Gran Vía con la Red One. ¿Con quéééééé? Pues esta nueva cámara es el prototipo a una nueva era. Es, digamos, lo ultimísimo en vanguardia de "cine digital". Soderbergh ya ha rodado Guerrilla con esa misma cámara. No voy a aburrir al personal con detalles técnicos que, además, hay gente que conoce mucho mejor que yo, pero sí diré que la Red One ya deja de lado cualquier soporte físico para su grabación. Toda la información digital se queda almacenada en un súper disco duro.

A otro nivel, la Panasonic HVX-200, popularmente conocida como "la P2", por grabar en las tarjetas de memoria del mismo nombre, es un ejemplo también práctico de lo que intento exponer. La serie de Porta la hemos rodado con esa cámara, directamente a un disco duro casi todo el tiempo. ¿Qué quiere decir esto? Que todas las horas de grabación que hemos acumulado durante 10 días sólo existen en un formato digital, es decir, algo que no es físico ni tangible. Por una parte, esto es una ventaja, pero por otra implica un peligro ENORME: Si, por estos extraños sucesos de la informática los discos duros donde TODO está almacenado se joden, todo lo que grabamos se habrá perdido. Bueno, claro, ya sé que todos los listillos del mundo están pensando en hacer back up's ad infinitum, lo cual me parece perfecto, pero no dejan de ser meros archivos informáticos que en su día pueden DEJAR DE FUNCIONAR.

Por otra parte, lo de las cintas era un coñazo absoluto y, claro está, envejecían y se deterioraban, pero era algo físico, empírico y razonable. Un disco duro tiende a todo, menos a razones.

Yo, que soy un gran defensor de que avance la tecnología digital - en cuanto a cine se tiende, claro - y que pasemos a un estándar superior a la Alta Definición actual, me encuentro con serios encontronazos morales al haber descubierto esta serie de puñetas. Porque si el cine se informatiza y pierde su componente físico ¿dejará de existir? Como Monte Hellman quemando su película, si el soporte físico - y químico, claro - desaparece, sólo nos quedan ceros y unos hasta la saciedad. Por un lado, me parece una perspectiva maravillosa, ya que facilita muchos de los líos que entorpecen el proceso en celuloide; por otra parte, me da un miedo aterrador.

¿Por qué? Porque odio depositar toda nuestra fe y futuro en Las Máquinas. Sí, sí, así, con mayúsculas. De crío estaba fascinado con Terminator y llegué a creérmela tanto que acabé a hostia limpia con el Amstrad de mi padre, por si acaso... No voy a negar que de vez en cuando, aflora en mi una vena luddita irrefrenable y tiendo a desear terminar a hachazos con la maquinaria. Pero, claro, por otra parte, sin toda esa maquinaria sería imposible hacer lo que hacemos...

¿Solución? Ninguna. Debemos convertirnos en ceros y unos, pero tratar que sea lo menos doloroso y lo más humano posible. No hay que eliminar el factor humano y, sobre todo, no eliminar el factor físico. En una era en que la publicidad sólo vende intangibles, es muy posible que únicamente podamos vivir en un mundo de sombras platónicas. El "cine digital" es la representación más clara del mito de la caverna en el mundo audiovisual. Hay que tener cuidado y no ver sólo las representaciones abstractas, ya que no pueden llevar al desastre.

Es muy posible que si quemamos la película estemos quemándonos a lo bonzo. Debemos quemarla, pero con la consciencia de que no podemos fiarnos de las máquinas...

... Porque sino, estamos vendidos.

sábado, 1 de marzo de 2008

El chofer de Woody Allen

Mi hotel estaba junto al Gótico. A un paso de las Ramblas y Plaza Cataluña. Un poquito más allá el Raval y justo al otro lado el Born y la perdición… Hace algo más de una semana, cuando pisé Barcelona para ese rodaje, la ciudad Condal quedó declarada como La Mejor Ciudad de España sin lugar a dudas.

Lo siento por Zaragoza, a la cual tengo mucho cariño, pero últimamente no llega a llenarme. Lo siento por Madrid, ciudad de adopción, porque es maravillosa pero a la vez es como una patada en los huevos. Los siento por San Sebastián porque es un disfrute de ciudad y una preciosidad, y también lo siento por Granada por todas esas razones y más, pero es que… Barcelona es única.

Mi misión era un documental/videoclip para Myspace sobre el rapero barcelonés Porta, todo un pelotazo en las listas de venta. Antes de aterrizar ya comenzó el deleite. Planear sobre el puerto de Barcelona, sentir el Mediterráneo bajo la panza de ese gigantón de hierro es la mejor bienvenida que una ciudad puede ofrecerte. Que el sol resplandezca en Barcelona, que descubras que por unos días vas a vivir en un hotel cojonudo en el corazón de la ciudad, que todos los sitios donde comas, bebas y vivas sean sorprendentes es inigualable. Deambular por la Boquería, sentarte en sus columnas, dar buena cuenta de navajas y cerveza… te hace sentirte como pez en el agua. Si encima vas a gastos pagados, curras en algo interesante y el equipo es majo, puedes darte con un canto en los dientes, relajarte y disfrutar.

Barcelona me sorprendió las últimas veces que estuve. Una rodando hace un año exactamente. Planifiqué todo para acabar antes de hora y el dire de foto, el operador y yo nos dimos bien al cañeo frente al mar. La anterior, fue hace ya bastante, antes de rodar Perceval, con Marta, durante un verano de ensayos y preproducción. Vivíamos a un paso de Gracia y fue maravilloso. Ésta vez ha sido increíble. Edu Soto le recomendó a David, el operador, un restaurante vegetariano en el Raval: Organic. Piéce de resistance, absolutamente maravilloso. Mamá Antonia es la dueña del local y nos estuvo dando clases lógicas sobre porqué no hay que cocinar con electricidad. Cerquita del Macba, un italiano cuyo nombre no recuerdo pero que repetimos incluso tres días, ya que no podía ser menos. También La Tinaja, una maravilla en el Born. Luego estaba la coctelería de la Barcelonesa, una Caipiroskas de caerte al suelo. Y el arroz negro frente al mar. Y los gin tonics de aquél sitio del Raval… Seguro que estáis pensando ¿pero Pablo ha currado algo? Pues sí, un mínimo de 14 horas todos los días. Pero a veces merecía la pena, como cuando subimos a ese alto en El Carmel y vimos la puesta de sol sobre toda Barcelona.

Barcelona es maravillosa porque tiene algo distinto al resto de ciudades de España. Su ambiente, sus calles, su color, su luz, sus olores, el mar… Hasta un barrio feo como el de pescadores es maravilloso. Barcelona es mágica. Su nombre atrapa. El catalán, a pesar de que suena a cachondeo, me da la impresión de estar en alguna otra parte que nada tiene que ver con la realidad mundana. Barcelona es un sitio donde puedes relajarte y sentarte a ver ponerse el sol mientras dejas pasar el tiempo. Su gente transmite buen rollo, un cariño sobrecogedor.

Buena parte de Green Warriors transcurre en Barcelona, si antes no tenía dudas, ahora estoy convencido de que, en cuanto pueda, me largo allí una temporadita a reescribir el guión. Y a vivir y disfrutar y dejar pasar el tiempo con tranquilidad. Saboreándolo… Haciendo que dure.

¿Y el chofer de Woody? Bueno, pues era el chofer que cada día nos llevaba al rodaje. Un tipo de puta madre que me contó cosas alucinantes de Scarlet Johansson y de aquella vez que se perdió en el Gótico con Woody Allen y al neoyorquino le entró un ataque de pánico.